jueves, 9 de diciembre de 2010

EL FRENTE DE LA JUVENTUD.


En 1977, Fuerza Nueva era el principal partido de la “oposición nacional”.
A partir de las primeras elecciones democráticas, a pesar de obtener unos modestos resultados, la campaña sirvió para dinamizar interiormente el partido de tal manera que tras el verano de ese año, en septiembre, todas las delegaciones habían salido reforzadas y en algunas la afiliación se realizaba en riada.
En aquellas circunstancias, se cometieron errores que luego se pagarían y que derivaban de la proximidad del franquismo y de que en las filas de la “oposición nacional” se concibiera la política tal como se había realizado antes en las estructuras del Movimiento: uniformes, militarización del partido, etc.
La imposibilidad de educar políticamente a la riada de militantes que afluía, hizo que la conciencia política fuera sustituida por la disciplina de las estructuras militantes.En la práctica, allí donde existían buenos responsables políticos, era posible que estas estructuras militarizadas funcionaran a pleno rendimiento, y allí en donde no se daban estas circunstancias, el remedio fuera peor que la enfermedad.
De entre todos los responsables políticos de la época en contacto, tanto con la cúpula del partido como con las bases, destacaban dos afiliados: José de las Heras y Juan Ignacio González Ramírez, el primero como Secretario General del partido y el segundo como responsable del servicio de orden.Se vivían momentos excepcionalmente fluidos.
El curso 1978-79 fue el año que perdieron, académicamente hablando, la mayoría de estudiantes que militaban en las “fuerzas nacionales”.
Se vivía en un estado de movilización permanente: campaña contra el referéndum constitucional, campañas sucesivas contra el terrorismo, campañas por la unidad nacional, manifestaciones por la recuperación de Gibraltar, manifestaciones constantes contra la política de UCD y contra la labor taimada y disolvente del PSOE, mesas de propaganda constantes, movilizaciones militantes para afrontar a los grupos agresivos de izquierda y de extrema-izquierda, provocaciones llegadas de los más distintos ambientes...
Un estado de vigilia permanente en la que era difícil concentrarse en los estudios, en el trabajo o en cualquier otra actividad social.Pero esta fluidez abarcaba también los cerebros y las ideas.
Para algunos militantes de Fuerza Nueva empezaba a parecer claro que el franquismo había muerto y que muy difícilmente las fuerzas que tuvieron protagonismo el 18 de julio de 1936, volverían a tenerlo en el nuevo período creado.En Barcelona se produjo la primera ruptura de militantes, creándose el Frente Nacional de la Juventud (FNJ).En Madrid, el potencial explosivo interior fue acumulándose hasta producirse la ruptura en 1978 que se llevó a varios cientos de militantes de Fuerza Joven en Madrid, Valladolid y Valencia.
Con este núcleo se fueron también José de las Heras y Juan Ignacio González que asumieron la dirección del nuevo grupo: el Frente de la Juventud.Todas las escisiones que se han producido en la historia de los partidos políticos han seguido el mismo proceso: inicialmente, el grupo disidente aborda un trabajo político frenético para intentar superar al grupo del que se ha escindido.
Cuando el ritmo de trabajo decae, se contempla que, tanto los escindidos como la matriz, han salido debilitados y que no todos los escindidos siguen en actividad, ni la matriz se ha debilitado completamente, reforzada de nuevo por quienes han cubierto las bajas creadas por la escisión.
Esta situación fue percibida, tanto en Barcelona como en Madrid, a mediados de 1979 y fue uno de los motivos que indujo a la aproximación del Frente Nacional de la Juventud y del Frente de la Juventud y a la subsiguiente integración de los primeros en la estructura de los segundos.
Poco después tuvo lugar el Primer Congreso del Frente de la Juventud en el local del Centro Cubano de Madrid, resultando elegida una dirección compuesta por Juan Ignacio González, José de las Heras y Ernesto Milá.
A los pocos meses, a finales de junio de 1980, éste último, a raíz de una manifestación ilegal convocada en Barcelona, tuvo que exiliarse, permaneciendo éste en contacto con la dirección del Frente y reuniéndose en varias ocasiones en París con sus representantes.En ese momento, lo que el Frente de la Juventud mantenía era una estrategia “revolucionaria”.
Se trataba de actuar desde el punto de vista extraparlamentario, pero sin crear fricciones con aquellas otras organizaciones que asumían trabajar políticamente con una vocación parlamentaria.
Se trataba de favorecer la formación de un fuerte partido parlamentario similar al MSI, precedido por una vanguardia revolucionaria, similar en Italia al papel que realizaban Ordine Nuevo y Avanguardia Nazionale.
Sólo más adelante, cuando se evidenció que Fuerza Nueva se encontraba con graves problemas, incluso de ilegalización, por las acciones de algunos elementos irresponsables de sus bases (Caso Yolanda) y cuando se evidenció también que existían provocaciones dirigidas desde el Ministerio de Interior para aislar y culpabilizar a Fuerza Nueva, pareció aconsejable contactar con otros grupos dispersos, para constituirse como partido político.
En conversaciones mantenidas en París y Madrid (octubre de 1980), se abordó este plan y se decidió ponerlo en marcha. Pero en ese momento, ya estaba en marcha la “conspiración del 23-F”.Determinados medios militares contactaron con el Frente de la Juventud, ofreciéndole participar en la conspiración y en el desencadenante, con un cometido concreto.
Sin embargo, entre diciembre de 1980 y los primeros días de enero de 1981, el Frente de la Juventud fue literalmente barrido de la escena política. Primeramente, Ernesto Milá, exiliado en París, fue falsamente responsabilizado de haber participado en el atentado de la rue Copernic en París.
Medios de la seguridad del Estado española filtraron a través de sindicatos policiales franceses de izquierda, un dossier sobre Milá, realizados a partir de las confidencias de un abogado barcelonés. Milá, que hasta ese momento había podido moverse fácilmente en Francia, debió extremar sus medidas de seguridad y abandonar el vecino país; pocos días después resultaba asesinado Juan Ignacio González al volver a altas horas de la noche a su domicilio, después de haber estado con los camaradas madrileños del Frente.
Tres semanas después, José de las Heras y treinta militantes del Frente de Madrid y Valencia, fueron detenidos en una redada que acabó con ellos en la cárcel, posteriormente se tradujo en pesadas condenas de cárcel y en el exilio de varios. En apenas un mes, el Frente de la Juventud había sido completamente desarticulado y todos los miembros de su dirección habían sido objeto de medidas represivas que iban desde la prisión hasta el asesinato.
A partir de este momento, se hizo evidente el realismo político: las fuerzas contra las que el Frente de la Juventud intentó reaccionar y construir una alternativa política, eran demasiado fuertes como para poder seguir desafiándolas.
Se imponían nuevas vías y, llegados a este punto, cada militante se sintió libre de adoptar la medida que creyó conveniente.
En 1983, el Frente de la Juventud, oficialmente, se disolvió, ingresando algunos de sus miembros en el Movimiento Falangista de España y la mayoría sumiéndose en un estado de “reserva activa” en sus domicilios, con sus familias, a fin de reestructurar sus vidas tras cinco años de actividad frenética.
Del Frente de la Juventud, quedaron más de una cincuentena de militantes represaliados y condenados a distintas penas de cárcel, una docena de exiliados, algunos de los cuales tuvieron que sufrir represión, encarcelamiento y tortura en países sudamericanos y el recuerdo de nuestro camarada asesinado Juan Ignacio González, el primero entre todos nosotros al que, quienes lo conocimos, apreciamos desde el primer momento.
Podemos decir que, personalmente, hemos conocido a dirigentes políticos y “dirigentillos”; los primeros tienen unas cualidades que los hacen diferentes al resto de la militancia: no dudan, saben lo que hay que hacer, unen la discreción a la movilidad, son inaprensibles, miran directamente a los ojos y siempre tienen la energía interior y la fuerza suficiente como para imponerse a los demás, sacar de todos los militantes el máximo de energías y ser los primeros en las movilizaciones. Juan Ignacio González era de estos.
Tenía una sensibilidad particular para la acción política y una discreción notable para moverse en ambientes difícil sino peligrosos.
Los enemigos del Frente de la Juventud repetían la cantinela incesante de que “éramos una escisión generada por Presidencia del Gobierno”.
Era completamente falso. Nadie más que la propia dinámica de aquella época, el activismo que se vivía, el radicalismo de las ideas y de la misma situación política, hizo posible la existencia del Frente de la Juventud.
Nadie nos “teledirigió”, nadie nos “controló”, nadie “nos financió”, nadie… y la prueba es que, de entre todas las organizaciones juveniles y políticas que surgieron en la transición, ninguna pagó un tributo tan alto de exilio, cárcel, sangre y muerte, como el Frente de la Juventud.

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