miércoles, 26 de mayo de 2010
LEON DEGRELLE
Las Divisiones del frente del Este eran bizarras, dispuestas al sacrificio y a la inmolación. Por eso en el orden de combate su corazón era un redoble de tambor y su bravura estaba cincelada en la divisa de su honor.
Portaban en su uniforme la hebilla de la máxima confianza:
“Dios con nosotros”. En sus pechos el águila con las alas extendidas desplegando toda su envergadura.
Gentes alegres, cantarinas, bajo los cascos de acero, con sus botas claveteadas dispuestas a caminar entre campos resecos y cuarteados o cenagales de barro y lama intransitables.
En aquel frente infinito se fraguo la amistad y camaradería de todos los pueblos de Europa, no sólo por el escenario del campo de batalla y la sangre vertida y derramada en aquella lid a vida o muerte, sino porque se erigieron aquellos jóvenes rebeldes en cruzados de la causa, en mártires del ideal, en héroes invictos:
o la muerte o la victoria.
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